Con motivo del escándalo internacional por la modificación metodológica intencionada del Ranking de Competitividad para perjudicar la posición de Chile y los gobiernos de Michelle Bachelet, propongo algunas ideas que defienden la necesidad de desarrollar una alfabetización crítica desde los centros educativos orientada al análisis de rankings, indicadores, datos, encuestas e interpretación de información estadística en los medios de comunicación. Un tema clave para la calidad de las democracias contemporáneas en donde la gobernanza basada solo en algunos datos parece tener más adeptos que la gobernanza respetuosa del principio ético de participación de todos los implicados y afectados.
Según recoge el diario El País, “un profundo impacto en el mundo de la política y la economía chilena ha causado la publicación de The Wall Street Journal (WSJ) de este sábado, en la que el economista jefe del Banco Mundial, Paul Romer, reconoce que la organización financiera alteró su ranking de competitividad empresarial en desmedro de Chile y, específicamente, de Michelle Bachelet. Se trata de la medición Doing Business, que mide la facilidad para hacer negocios en 190 países. Chile bajó constantemente en el primer mandato de la socialista (2006-2010), subió en el Gobierno de derecha de Sebastián Piñera (2010-2014) y volvió a bajar cuando la médico volvió al poder (2014-2018). En estos 12 años, Chile ha fluctuado entre el puesto 25 y el 57, una volatilidad considerable.” Esta situación evidencia un problema social grave, la creación, uso y utilización de indicadores, rankings y estadísticas para respaldar visiones ideológicas.
¿Se puede confiar en el Banco Mundial, en los indicadores, en los datos, en las estadísticas y en los rankings? Para quienes somos conscientes del perfil ideológico y los intereses de esta organización la respuesta parece obvia: la confianza ciega no es buena consejera. El capital y el sistema financiero, que ha desarrollado una estrategia global para construir una red de organizaciones afines a su visión y financiar investigaciones favorables, solo vela por sus propios intereses de maximizar ganancias. Su estrategia siempre ha sido usar datos, estadísticas y rankings para respaldar sus propias ideas y visiones ideológicas: la libertad, pero solo la libertad para hacer negocios. Desde las aulas podemos poner una granito de arena orientado a examinar su rol.
Las alianzas entre varias organizaciones que defienden ideologías favorables al sistema financiero y la concentración de capitales son evidentes. Por ejemplo, en 2012 el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el Banco Mundial (BM) y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) “colaboran” para la creación de indicadores relacionados con las pensiones.
Por otra parte las tres organizaciones tienen ámbitos de acción en educación mediante financiamiento de proyectos que además de ser un buen negocio para quien presta el dinero, lleva aparejada condiciones ideológicas y construye relaciones de dependencia política entre las naciones financiadas y las entidades prestadoras. Ver por ejemplo un proyecto reciente relacionado con Chile del BID, otro con el Banco Mundial y una economía basada en el conocimiento y la educación científica , y también la participación de Chile en las mediciones estandarizadas comparativas de la OCDE como PISA, pruebas que seleccionan algunas áreas y dejan fuera otras y que también se utilizan para rankings en medios de comunicación y justificar decisiones políticas.
Sin duda, el asombro observado en redes sociales ante esta estrategia de larga data es un indicio de que necesitamos más formación política en el sistema educativo formal. La formación política ha sido apartada del sistema educativo escolar en muchos países bajo el mito de la neutralidad ideológica de la escuela. Esto es una carencia porque la formación política puede ayudarnos a ampliar nuestra comprensión de los diversos actores, sus visiones ideológicas y sus estrategias orientada a influir en las políticas y la opinión pública. Y esta compresión es esencial para navegar en las democracias contemporáneas, que cada vez tienen menos demos y más pluto, y en las que votar cada 4 años ya tiene muy poca relevancia.
Además de ganar consciencia sobre quién es quién y qué intereses defienden en el Estado, La Sociedad Civil y Partidos Políticos, se hace indispensable una formación que nos alfabetice para actuar con pensamiento crítico de sentido fuerte (Burbules y Berk 1999) frente a la ingente marea de datos, estadísticas y rankings que con frecuencia son seleccionados y usados por los medios como prueba irrefutable de verdad.
Por una parte, es clave comunicar a las/los estudiantes que los datos no se generan por sí solos, siempre hay alguien seleccionando variables y construyendo indicadores con algún interés. Y por otra parte es indispensable animarles a ejercer el pensamiento crítico fuerte y cuestionar el mito de objetividad que rodea a ciertas formas de investigación que utilizan grandes datos y estadísticas. Las estadística es una herramienta de análisis y comprensión, que podrá tener una parte de procedimientos convencionales y trabajar con valores que parecen objetivos, pero cuya interpretación, manipulación y relación teórica siempre se construye desde la subjetivad o intersubjetivad de quienes controlan la investigación.
Referencias
Burbules, N. C. y Berk, R. (1999). Critical thinking and critical pedagogy: Relations,
differences, and limits. En T. Popkewitz, (Ed.), Critical theories in education:
Changing terrains of knowledge and politics (pp. 45–66). Nueva York:
Routledge.