Hay publicaciones académicas que pueden ayudarnos a ampliar nuestro lenguaje para construir una visión propia sobre evaluación justa. Creo que cada comunidad educativa debe construir con participación vinculante lo que entiende por una evaluación justa, pues se sabe que hay diferentes concepciones de lo justo y de la evaluación, y definir una visión única puede ser contraproducente para el cambio de lógicas autoritarias. La mejora escolar que impone un cambio de abajo hacia arriba, mediante reforma o consenso de pequeños grupo de expertos que no suelen trabajar en los centros educativos y en las aulas escolares, está obsoleta, es ineficaz y activa legítimas resistencias contra ideas que parecen buenas desde los escritorios pero que al llegar a las aulas emergen sus efectos no deseados. La evaluación impuesta, que hace referencia a estándares, decretada sin participación vinculante, me parece que también tiene los días contados.
Esto no impide que podamos plantear algunos principios para la reflexión que en conjunto conformen un marco de evaluación justa que oriente la formulación y experimentación de propuestas. Voy a nombrar algunos principios ético-políticos, a título personal, que considero claves en mi visión de evaluación justa construida en base a mi experiencia como docente, como investigador, como evaluador y evaluado, e inspirada en las reflexiones de la filosofía política, principalmente de las intelectuales norteamericanas Nancy Fraser e Iris Marion Young.
Mis principios de Evaluación Justa
Principio 1: Toma de decisiones con participación vinculante: El proceso en su conjunto, las herramientas particulares, el marco ético-político que toda evaluación tiene, los fines y el diálogo evaluativo (esencial para mi el diálogo evaluativo) se han de construir con participación de tod@s l@s involucrad@s y afectados por la evaluación. Cuando se participa en un proceso de deliberación y luego de toma de decisiones vinculante, es más probable que se perciba como justo lo acordado y sea aceptado. Sin embargo, es importante ser consciente que esto puede ser problemático y costoso de implementar en términos de tiempo y dinero.
Principio 2: Espacio para la pluriversalidad democrática en la evaluación. Es probable que no se llegue a un consenso sobre lo justo, los fines de la educación pública y de la evaluación. ¿Cómo se resolvería este escenario de diversas visiones e ideas? ¿Imponiendo el consenso del grupo mayoritario a los grupos divergentes y menos poderosos? No me parece sabia esta resolución. Desde mi punto de vista, la pluriversalidad democrática admite planteamientos divergentes y ofrece un espacio para que pueden desarrollarse otras visiones sin forzar al consenso ni la unidad. Pensar que solo hay una propuesta viable o una respuesta correcta a los problemas es de otros tiempos. La experiencia política nos enseña que generalmente no existe un consenso amplio sobre los temas educativos, sino que los consensos corresponden a ciertos grupos, incluso con diferencias internas, que se imponen a otros. Reconocer la diversidad y permitirla es clave. Esto no debe, sin embargo, impedir criticar y evidenciar los aspectos controversiales de las diversas posturas y mantener el diálogo abierto.
Principio 3: Considerar y reconocer como legítimas las voces e intereses de tod@s las/los participantes. Es probable que quienes tengamos una formación profesional y una trayectoria en educación tengamos intereses diferentes respecto a los estudiantes o las/los padres. A las los padres suele preocuparles el bienestar de los hijos mientras aprenden, a los docentes nos preocupa la enseñanza y los aprendizajes, a los estudiantes suele preocuparles descubrir sus intereses, contruir su identidad y ser aceptados, entre otros. Todos son legítimos. Algunos adultos pensarán que la infancia es un periodo de formación intensiva y de preparación para la vida adulta. Otros darán más importancia al bienestar emocional y disfrute del descubrimiento. Y miles de posibles matices. Una evaluación justa da el espacio y las herramientas para expresar la voz propia y los intereses propios de quienes participan en el proceso.
Principio 4: Espacio para la diversidad epistemológica. Complejizar la evaluación y ampliar el qué se evalúa es indispensable para mi. Muchos de los problemas que emergen de la evaluación educativa basada en estándares se producen por el reduccionismo epistemológico de esta perspectiva: unas pocas materias, una concepción de aprendizaje que pueda ser medida. Todo lo demás se deja fuera. Por ejemplo, se miden resultados de aprendizaje y se transforman a cifras numéricas sin considerar el proceso ni el contexto (recursos disponibles, infraestructuras, eventos críticos, historias de vida, problemas laborales, problemas familiares, el desarrollo diverso, etc.). Se abstrae el resultado de aprendizaje de su contexto porque un grupo de la sociedad considera este modo de proceder como el único legítimo;se reduce, se empobrece, se vacía de contenido y se transforma una rica experiencia de vida llena de matices en un número mentiroso y peligroso. Un error. Las motivaciones de esta forma de proceder suele ser un deseo de diferenciar a las personas y exponer públicamente estas diferencias.
Se asume, erróneamente, que las personas y sus trayectorias de aprendizaje pueden encasillarse en estándares definidos por pequeños grupos autodenominados expertos. Pero la realidad y relatos de vida de las personas demuestran que las trayectorias de aprendizaje son muy diversas y son afectadas por eventos poco predecibles y nada controlables. Las capacidades difieren mucho entre sí y todas pueden tener un lugar en el mundo. La evaluación justa es sensible a las diversas trayectorias, a los eventos (in)esperados, a las emociones durante el proceso y amplía los saberes y conocimientos que considera legítimos.
Principio 5: Usar las evidencias para el diálogo evaluativo respetuoso y solo para la mejora. Rendir cuentas a quién no participa directamente del proceso, y generalmente de manera reduccionista a través de cifras o números, es controversial. Una forma sofisticada de engaño y mentira. Usar las evidencias para que un único juez de procesos educativos externo etiquete, discrimine, controle, premie o castigue también es controversial y está en la base de la reproducción de situaciones de injusticia social. Renunciar a estos usos crueles pero populares de la medición y evaluación educativa, en contextos de personas que se están formando y tienen toda la vida por delante, ayudará a mitigar los efectos nocivos de la Rendición de Cuentas y Dispositivos de Control Social basados en puntajes y calificaciones de pruebas. Es clave moverse de un Estado Evaluador y Vigilante a una Comunidad Evaluadora para la mejora.
Principio 6: La autoevaluación y la evaluación colectiva como modo de vida es una meta educativa. La evaluación juega un rol clave en el cambio personal y social. En este sentido, como educadores podemos trabajar para construir una cultura de la autoevaluación, una autoevaluación que emparenta con la autocrítica y que va con nosotros. Aprender a autoevaluarse es sano y necesario para mejorar sin autoritarismo. Y por otro lado, colectivizar el proceso y aprender que lo que hacemos puede ser valorado por otr@s implicados y afectados. Si se hace de forma respetuosa, contextualizada, procesual y para la mejora, ¿por qué rechazarla?
Principio 7: Considerar los efectos nos deseados y los efectos nocivos de la evaluación. Durante años, los efectos no deseados de los diversos caminos de medición educativa y la evaluación no han sido incluidos en el proceso. Se dejan fuera intencionalmente. El proceso de metaevaluación es parte integral del proceso.
Estos son mis 7 principios claves para propuestas de evaluación justa. ¿Qué principios de evaluación justa consideras tú?
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