Evaluación para la justicia social

Por qué es necesario desechar el SIMCE y repensar una nueva forma de evaluación

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Esta es una opinión crítica sobre el SIMCE que no aparecerá en la prensa ni la televisión. Queremos defender la idea de que el instrumento no ayuda a los centros educativos, al contrario, se ha transformado en un obstáculo para la mejora de la educación, controla en forma autoritaria su trabajo, se utiliza para culparles del rendimiento académico que obedece a múltiples factores y bloquea el desarrollo de nuevas formas de educar. El SIMCE reduce el aprendizaje a variables medibles, un paradigma muy cuestionado, dejando fuera lo difícil de medir o aquello que se considera sin valor (el arte, la música, el deporte, el pensamiento crítico, el mapudungun, historia y cultura mapuche, el conocimiento emancipatorio, etc). El SIMCE tiene cautivo a los educadores, escuelas y liceos al imponerles de forma autoritaria y antidemocrática una forma de pensar la enseñanza formal, mediante un concepto vacío de “calidad” con el cual todo el mundo está de acuerdo pero que estratégicamente no se define. El SIMCE y sus defensores emplean el discurso de la “objetividad” de su medición y “cientificidad” del proceso para justificar su existencia y ocultar los efectos negativos intencionados que produce: incentivar la competencia a costa de la colaboración; controlar desde una élite política y tecnocrática nuestra educación y el trabajo docente; legitimar falazmente la educación privada frente a la educación municipal. Detallamos algunas de estas cuestiones.

En los documentos técnicos del SIMCE se apunta que la noble intención de este instrumento es evaluar, sin embargo el mayor gasto y movimiento logístico se invierte en la medición.  Se transforma la complejidad del proceso de enseñanza y aprendizaje a un valor numérico. (Creemos importante distinguir entre medición y evaluación; y también distinguir evaluación DEL aprendizaje y evaluación PARA el aprendizaje). La evaluación la hacen siempre los actores y participantes, en esas Jornadas de Reflexión, a las cuales paradojicamente el SIMCE solo aporta un número (que es un valor del centro, no de los estudiantes; que permite identificar alguna tendencia a más o a menos entre algún año y otro; alguna diferencia entre centros socioeconómicamente bajos y altos). ¿Qué hacen los profesionales de la educación con un valor segmentado por asignaturas? ¿Qué “representa” ese valor para las aulas? ¿Los datos contextuales aportan algo que los profesores del lugar no sepan ya?

¿Por qué gastar tanto dinero y tanto tiempo en un instrumento que favorece el reduccionismo del aprendizaje? En 2013 se gastaron más de 20 mil millones de pesos en su ejecución. Consideramos que las autoridades no son sinceras con la comunidad educativa que someten. No dicen la verdadera intención para la cual fue diseñado. No dicen que se necesita como información de mercado para hacer que las escuelas compitan en lugar de colaborar y también como elemento de control del currículum. No dicen que los resultados favorecen al sistema privado que selecciona estudiantes por capacidad de pago o pruebas de admisión y desprestigia el sistema municipal que atiende a estudiantes de los niveles socioeconómicos más bajos. El uso que hace el Estado de los resultados los delata.

Mediante premios y castigos simbólicos se dirige a las comunidades educativas a educar en solo lo que el SIMCE mide. Mediante el miedo al fracaso o el miedo a ser etiquetado como centro perdedor se evita que los actores de la educación intenten hacer algo diferente. ¿Es conveniente para el país que existan centros perdedores? ¿Es conveniente que bloqueemos, promoviendo la competencia, el inmenso potencial de mejora que tiene la colaboración entre escuelas y liceos?

Otro punto crítico. ¿Quién decide lo que evalúa el SIMCE? ¿Qué legitimidad tienen para decidir sobre un instrumento que está influyendo negativamente en nuestra formación y en nuestro trabajo docente? Sabemos que se hace desde arriba, desde Santiago y desde fuera de las comunidades escolares, con participación de universidades y un pequeño grupo de expertos; sabemos que se decide desde las élites políticas y académicas que lo controlan y tienen intereses religiosos o económicos en la educación privada y particular subvencionada. Nos preguntamos: ¿Se mide lo que los estudiantes desean aprender? ¿Se mide lo que los maestros consideran importante enseñar? ¿Se mide aquello que los padres, madres y apoderadxs consideran valioso? ¿Por qué no se mide el conocimiento emancipador y para la transformación de la sociedad? ¿Por qué se margina el arte, la música, el deporte, el mapudungun, etc.? No se miden estas cuestiones porque alguien o algunos decidieron, sin legitimidad democrática, que es conocimiento sin valor, que no interesa o que no es importante o que es difícil de medir en una prueba de papel y lápiz o que las empresas no necesitan este perfil de ciudadanos.

Una crítica más técnica. Por ejemplo, ¿Qué significa 12 puntos más o 12 puntos menos entre un año y otro? Es un misterio. La construcción del instrumento no permite saber dónde se falló ni entrega información valiosa para la mejora a los centros educativos. Llega un folleto explicativo con información genérica y vaga. La información útil se la quedan ellos, en base de datos a las que solo se puede acceder con autorización y si cuentas con un proyecto de investigación. ¿Por qué? A veces aparece en la prensa una lista de factores y buenas prácticas que ya están en otras investigaciones internacionales, que parecen agregadas con la intención de parchar un instrumento que colapsa y es cuestionado por profesionales y académicos críticos. Los medios y los actores de la educación suelen usarlo para culpabilizar ficticiamente a los centros educativos y a los profesores (a través de la prensa, los medios, por los sostenedores, por los directivos). Se usa para dividir a los establecimientos entre vencidos y vencedores. Solo permite etiquetar las escuelas y liceos en malas, medias y buenas; y describir gruesamente a una comunidad educativa. ¿Pero cuales son las causas y las acciones que llevaron al resultado de lo que dice que mide? El instrumento no las aporta. La aportan los actores de la educación, los verdaderos protagonistas que tienen un diagnóstico bastante claro y que puede conocerse cuando se habla con ellos. La explicación hegemónica suele centrarse en el nivel del centro educativo y no considera una interpretación compleja y estructural del resultado. ¿Alguna vez hemos visto a un gobierno autoevaluando su política educativa, su sistema de financiamiento o las leyes que facilitan el hacinamiento en las aulas en función de los resultados?

Repensando una nueva forma de evaluación para el aprendizaje de la organización

Nuestra propuesta es desechar el SIMCE y repensar otra forma de evaluar y no solo de medir. Esto implica crear un nuevo paradigma para Chile. Una evaluación para el aprendizaje de las organizaciones educativas y no para el castigo de estas; una evaluación que esté bajo el control de la comunidad educativa de cada centro y no de los “expertos” o de una “élite” parapetada en las universidades, en el centralismo de la región metropolitana y los ministerios; que incorpore la participación en la toma de decisiones de todos los actores; que no sea estática, que pueda reformularse cada año como se reformula el currículum; que genere información útil para la mejora de la organización y no solo para su etiquetado en ganadora y perdedora; una evaluación en la cual se limite su uso para propósitos perversos de control social que bloquean acciones de cambio; una evaluación para el aprendizaje de las organizaciones que no las divida entre ganadores y perdedoras; una forma de evaluar que no utilice la credibilidad del discurso de la objetividad y o de la cientificidad del instrumento para ocultar las verdaderas intenciones de control político de la educación, herramienta de publicitaria de mercado o de control sobre el curriculum que hay detrás de este instrumento. Un control nada democrático, ejercido por una minoría de tecnócratas poco críticos con el sistema, que hacen un uso ilegítimo del poder que le ha conferido su formación profesional y sus influencia es las esferas políticas centrales.

Iniciemos un cambio

Animamos a los actores (padres, madres, apoderados, estudiantes, profesores, directivos, otros profesionales, asistentes de la educación, sostenedores, corporaciones, etc.) a iniciar movimientos de reflexión, resistencia, desobediencia y cambio desde sus centros reflexionando estas cuestiones. No pongamos la esperanza en la clase política porque ellos han validado gobierno tras gobierno, izquierda o derecha, este instrumento de etiquetado de escuelas y liceos. Animamos a construir la educación que soñamos y que consideramos pertinente en conjunto con la comunidad educativa local. Animamos a la comunidad a negarse a hacer uso y difusión de los resultados para la culpabilización de profesionales o para demostrar que bien está su escuela o liceo.  Animamos a repensar una nueva forma de evaluar para la mejora tu escuela o liceo.

Te invitamos compartir, comentar o refutar nuestras apreciaciones. Nos encanta el debate y la participación. Y por supuesto te invitamos a que hagas tu propia investigación acerca del impacto del SIMCE o de las pruebas estandarizadas en las prácticas de tu escuela.

Bibliografía para profundizar en el tema de los efectos negativos de la evaluación estandarizada en la comunidad educativa

Efectos indeseados de la medición de la calidad educativa en Chile. La respuesta de la sociedad civil https://www.researchgate.net/publication/313832155_EFECTOS_INDESEADOS_DE_LA_MEDICION_DE_LA_CALIDAD_EDUCATIVA_EN_CHILE_LA_RESPUESTA_DE_LA_SOCIEDAD_CIVIL

La influencia de los sistemas nacionales de evaluación en el desarrollo del currículo http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0185-26982012000100011

Effects of Standardized Testing on Teachers and Learning—Another Look
https://www.cse.ucla.edu/products/reports/Tech334.pdf

Análisis crítico de la validez del sistema de medición de la calidad de la educación (SIMCE)
http://www.cned.cl/public/Secciones/SeccionInvestigacion/investigacion_estudios_documentos.aspx

En torno a la validez del Sistema de Medición de la Calidad de la Educación en Chile

http://www.scielo.cl/scielo.php?pid=S0718-07052012000200022&script=sci_arttext

Comentarios

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2 comentarios en «Por qué es necesario desechar el SIMCE y repensar una nueva forma de evaluación»

  1. Excelente artículo. Comparto la
    Opinión en muchos puntos y además ayudaré a masificar la idea.
    El clásico discurso de los defensores del SIMCE, es que los docentes no queremos exponernos a que quede en evidencia nuestra calidad pedagógica. Y creo que no es así. Lo que genera este instrumento sólo es estigma y división, además de colaborar en mantener las políticas económicas.
    Me gustaría saber qué pasaría si un sostenedor se niega a que sus alumnos rindan el examen.
    El Mineduc le quita la certificación y por ende la subvención??
    Me gustaría seguir pensando a cerca de vuestra propuesta de negación.
    Saludos afectuosos.

    1. Gracias Paola por comentar. Con respecto a tu pregunta, creo que es posible implementar varias estrategias de resistencia seguras para la comunidad educativa. Yo recomendaría socializar este problema en el establecimiento y buscar consensos. Se puede, por ejemplo, solicitar que los estudiantes no vengan ese día. O que simplemente vengan y no respondan el facísimil o rayarlo o responder todas las opciones de la prueba para anular los resultados. Es cosa de ser creativos. Con respecto a la posible sanción para el establecimiento o sostenedor habría que hacer un análisis legal más detallado. Creo que en esta materia quienes han desarrollados procesos de resistencia son el Movimiento Alto Al SIMCE. Seguro ellos tienen más conocimiento en este asunto. Por mi parte, no tengo conocimiento de que exista una sanción por resultados nulos o por no tener resultados. Un tema interesante. Un Saludo.

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