Desde los sectores políticos cercanos al mundo empresarial y desde ONGs financiadas y controladas por empresarios, como Educación 2020 y Fundación Chile, se promueven políticas de mejoramiento de la educación técnica y profesional. En medio de estas propuestas, que incluso son recogidas por candidatas y candidatos presidenciales, es necesario detenerse a reflexionar y dejar de repetir consignas: ¿A qué intereses dan más énfasis estas propuestas? ¿A los intereses de las empresas y fabricantes? ¿A los intereses de los estudiantes? ¿Es posible construir propuestas de educación técnica profesional más allá de los intereses a corto plazo de los empresarios?
Una educación técnica para el trabajo digno, el empoderamiento y la participación política
El problema de algunos modelos de educación técnica es que educan a personas para actuar en un espacio laboral muy restringido y acotado. Un modelo de educación específico y especializado en competencias técnicas es lo que las empresas quieren y necesitan para dar servicios, productos y contar con trabajadores formados. Pero desde el punto de vista del estudiante, esta especialización les pone en una situación delicada de fragilidad, desempoderamiento y con un espectro de acción reducido antes cambios o crisis en el sector: ¿qué pasará con este estudiante y trabajador si el sector para el cuál se formó se satura de técnic@s? ¿Qué pasa si el sector productivo para el cual se formó comienza a decrecer y desaparece? La experiencia internacional ha constatado que las crisis económicas las pagan los trabajadores, porque las organizaciones empresariales se protegen mediante procesos de reducción de personal. ¿Considera el plan formativo competencias para un futuro incierto y cambiante? Por ejemplo, muchos trabajos que hoy realizan personas serán reemplazados por máquinas o robots en el futuro y ya no existirán. Desde mi punto de vista, el currículum y las competencias de la educación técnica han de centrarse más en las necesidades del estudiante y empoderarlo para un futuro incierto y cambiante; las necesidades de las empresas actuales, aunque importantes, deberían subordinarse al empoderamiento y tener un lugar secundario.
Formar técnicos competentes sin empoderarles políticamente es injusto
Una educación técnica que empodere a los estudiantes para un futuro incierto y cambiante no debe renunciar a cuestiones claves como la creatividad, el autoempleo, la formación sindical, la participación política ciudadana, la formación en legislación laboral y otro tipo de recursos para el empoderamiento personal y colectivo. Todos necesitamos herramientas para saber cómo construir un equilibrio de poder frente a un grupo de empleadores que buscará siempre una negociación desigual y reducir los costos en mano de obra, bajo el principio de la eficacia productiva o mejorar la competitividad. Estas cuestiones no se mencionan ni se debaten en las actuales propuestas de mejoramiento de la educación técnica.
Una política de mejora de la educación técnica debe acompañarse de políticas de mejoras salariales
Por otra parte hay que ser sinceros con los estudiantes. En el sistema salarial Chileno, la formación técnica recibe de media sueldos más bajos que quienes han recibido formación profesional en el mismo sector. (Ver por ejemplo Sueldos con formación técnica profesional y Sueldos con formación universitaria). Mejorar y promover la educación técnica profesional sin mejorar los salarios y las condiciones laborales sin duda mejorará la competitividad y las capacidades de generar valor de las empresas, pero a costa del bienestar de quienes trabajan en este sector. ¿Ese es el modelo de desarrollo económico que queremos? ¿Trabajadores capaces y bien formados que no les alcanza para vivir con bienestar? Esta forma de proceder podrá contribuir al desarrollo económico, pero no contribuye a reducir la brecha salarial ni a una sociedad más justa.
Las empresas por sí solas (escondidas en ONGs de educación) no pueden decidir la formación de los ciudadanos
Una educación técnica colonizada por las necesidades a corto plazo de las empresas, que no permita cambiar de itinerarios y trayectorias educativas, que no considere la formación permanente, la autoformación, ni los desafíos de un futuro incierto y cambiante, es peligrosa para quienes han elegido esta opción. Una educación técnica que no considera el empoderamiento ciudadano probablemente colabora en la construcción de relaciones de explotación bajo el eufemismo de contribuir al desarrollo, a la empleabilidad, a la capacidad de agregar valor y la competitividad. Desde una mirada de justicia social no debe menospreciarse la formación en pensamiento crítico, el desarrollo de la conciencia política, la formación en derechos laborales y acción sindical, nodos temáticos que no suelen considerarse en los planes de formación. Por ello, es indispensable limitar y regular la influencia de las empresas en la formación técnica profesional. No vivimos solo para trabajar, el trabajo es un medio para vivir mejor.
Un tema para seguir indagando y reflexionando. Es urgente repensar la formación profesional desde miradas de justicia social. Participa en el debate: ¿Qué otros aspectos pueden ayudar a que la formación técnica y profesional contribuya a una sociedad más justa?
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