Lamento tanto que el dispositivo de control social llamado SIMCE esté destrozando las prácticas educativas en las aulas. Participo en grupos virtuales de profesionales de la educación y observo con estupor continuos y recurrentes pedidos de ensayos SIMCE, escalas de puntaje SIMCE y avisos de trabajo en donde ridículamente piden resultados SIMCE demostrables (¡Sí, parece increíble!); como investigador, también he recibido relatos en donde se menciona incluso ATEs contratadas específicamente para mejorar los resultados SIMCE. ¿Por qué machacamos a estudiantes con aburridos e inútiles ensayos, reforzamientos y talleres SIMCE? ¿Cuál es la razón formativa detrás de esta mala práctica? ¿Y por qué contribuimos al empobrecimiento curricular interrumpiendo asignaturas consideradas no importantes, como artes, tecnología o música?
Ahora soy profesor y doctor en educación, pero aún recuerdo cuando era estudiante, estaba en cuarto básico, y viví mi único encuentro directo con la medición SIMCE. En ese tiempo al parecer no era el dispositivo usado para premiar, castigar y empobrecer el currículo escolar. Mi profesora no parecía ni asustada ni angustiada. Un día, simplemente, dimos la prueba, con lápiz de mina Faber Castell Nº2, recibimos una rápida recomendación de marcar bien las redondas alternativas, borrar con cuidado y poner nuestro nombre letra a letra en esos recuadros. Una señora que no reconocí estuvo con nosotros durante la prueba y luego del primer día nos llevamos a casa un misterioso sobre color de cartón para que contestaran nuestro padres. Los que terminaban temprano podían salir al patio a jugar. Una tía que era familiar mencionó que los resultados no habían sido del todo buenos. Y se acabó.
Estoy seguro que en ese tiempo la influencia del SIMCE aún no tenía los efectos dañinos de hoy. Recuerdo que en mi escuela después de clase los profesores organizaban talleres de atletismo, talleres de fútbol, hacíamos las clases de música e inglés completas, en tecnología armábamos cosas y en arte dibujábamos y pintábamos lo que el profe Raúl había aprendido en una pasantía en Francia; y a veces nos dejaban entrar a la sala de computación que habían armado hace muy poco. Nunca cambiamos una clase de educación física, la asignatura que más me gustaba, por preparar el SIMCE o algo parecido.
Ahora parece que la escuela se ha transformado en un lugar aburrido y mecánico, una fábrica-empresa triste, en donde el currículo diverso se reduce y las asignaturas evaluadas ganan terreno porque así lo ha decidido un grupo pequeño de autodenominados expertos. ¿Pero por qué contribuimos a la muerte del aprendizaje por descubrimiento y al entrenamiento mecánico de una mierda de conocimientos, aprendidos sin afecto, que se olvidarán muy pronto? ¿Por qué lo hacemos, querido colegas? ¿Por qué colaboramos? ¿Por el bono profesional que solo se ganará el 35%?
Valorando la educación que recibí me siento satisfecho con la formación integral que disfruté: ahora de adulto puedo compartir con otros aficiones deportivas que me ayudan a mantenerme sano y sobrellevar el estrés del trabajo, puedo disfrutar de la música que me emociona, me encanta reparar cosas en mi tiempo libre y hacer huertos urbanos, buscar soluciones a mis problemas cotidianos, creo que disfruto de la lectura porque nunca la vimos en el aula como una habilidad instrumental que tenía sentido solo en la prueba, a veces también pinto y creo como forma de expresión íntima y personal. En mi escuela no había paranoia SIMCE. Ahora soy doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Madrid. ¿El puntaje SIMCE define el futuro de las/los estudiantes? Claro que no. Me pregunto si las nuevas generaciones podrán disfrutar de una educación incluso mejor, más desafiante y más motivadora que aquella que yo tuve. ¿O estamos involucionando, por culpa de una pequeña red de académicos y políticos que se autodenominan expertos?
Hoy observé una publicación en un grupo cerrado de profesionales de la educación en donde pedían una herramienta para calcular puntajes SIMCE. No es la primera que veo y lamentablemente creo que no será la última. También hemos visto avisos de trabajo, solicitud de facsímiles SIMCE, solicitud de consejo para mejorar el SIMCE. Tendrán sus razones, colegas, pero en esta ocasión no pude más y reaccioné comentado que lamentaba lo que sucedía a esos pobres niños, que sin ser consultados ni preguntados, son forzados a participar en una educación reduccionista, que no emociona ni vale la pena, que no les desafía a aprender cosas complejas ni es integral y les aburre con razón, que los mantiene sentados con ensayos SIMCE, tareas tipo SIMCE y pruebas tipo SIMCE. Me pregunto: ¿Cuántas horas estamos dedicando a preparar el SIMCE? ¿Cuál es la razón pedagógica de estas prácticas? ¿Esto ocurre en muchos lugares al mismo tiempo? Investigaciones han demostrado que esta mala práctica es habitual. ¿Por qué lo hacemos si no beneficia a los estudiantes? ¿Son órdenes de algún sostenedor, director o jefe de UTP? ¿Es la presión del sistema nacional de medición de desempeño que alguien diseñó para forzarnos a trabajar hacia una falsa idea de “educación de éxito”? ¿Lo hacemos por motivos más egoístas como la bonificación de la excelencia académica? ¿O de verdad nos han convencido de que el SIMCE es la sacrosanta medida de la calidad? ¿Los hacemos para mejorar la imagen de la escuela y que las familias, engañadas por la propaganda SIMCE nos elijan?
Como docente, entiendo que el miedo a perder el trabajo, a no ser renovado a fin de año, es más fuerte que el deseo por apoyar el desarrollo de aprendizajes complejos para un mundo cambiante. Yo hago mi trabajo, cumplo lo que se me pide y sobrevivo. La jerarquía escolar y la fragilidad de nuestros contratos no nos protegen para alzar la voz contra las malas prácticas motivadas por el SIMCE y su uso oficial sin ser sancionados en forma explícita o sutil. ¿Por qué para hacer lo que consideramos una mejora educativa debemos sufrir consecuencias personales e injustas de directores, sostenedores o directivos y ahora de la Agencia de Calidad? Es comprensible no hacer nada y dejarse llevar por esta locura estandarizada, iniciada por las/los autodenominados expertos. Vivimos en un contexto hostil y desempoderador con la/el docente intelectual y crítico. No importa, porque las consecuencias a largo plazo por una educación intelectual, física y culturalmente empobrecida la sufrirán los estudiantes a quienes estamos legando una formación devaluada y que el día de mañana estará obsoleta.
No nos conformemos. Porque si nosotros, los profesionales, quienes conocemos al detalle los centros educativos en Chile, quienes participamos y observamos a diario los efectos de estas malas prácticas en nuestro estudiantes, si nosotros no resistimos, no contestamos y no desobedecemos esta mala política educativa impuesta en forma autoritaria, ¿quién lo hará? ¿Los políticos y académicos que la impusieron la cambiarán?
Miguel Stuardo Concha,
Profesor de Castellano y Comunicación.
—
Te invito a participar en la investigación sobre los efectos del dispositivo SIMCE. Participa como co-investigador en el proyecto libre y abierto “Efectos asociados el dispositivo SIMCE”. Más detalles acá:
Accede aquí.
4 comentarios en «Carta abierta a mis colegas que hacen ensayos, talleres y reforzamientos para el SIMCE: ¿Lo hacemos por el bono? ¿Porque nos obliga UTP, dirección o el sostenedor?»
Muy interesante!
Podría indicarme x favor algum ode los estúdios q señalan q hacer ensayos no mejora los puntajes? Yo estúdio lá psu!
Hola Paulina. El tema del entrenamiento para el test es bastante controversial. .Mi reclamo apunta a una razón ética más que técnica, ya que el test es solo un representación de una pequeña parte de habilidades o conocimiento. Lo que he querido expresar es que responder ensayos por sí solo, como única práctica, no mejora los puntajes. Hay estudios, muy antiguos y en contexto norteamericano que plantean que programas de entrenamiento específicos y de determinada duración sí producen mejoras en el puntaje en algunas de las habilidades medidas por el test y en otras no (ver por ejemplo, Effects of Reinforcement and Training on Title I Students’ Group Standardized Test Performance). También hay estudios que analizan los programas comerciales para mejorar el test, pero también son bastante antiguos http://onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1111/j.1745-3992.1989.tb00304.x/full y en contexto extranjero. No los he encontrado en el caso de la PSU. Hay estudios que plantean que el puntaje PSU está asociado a factores socioeconómicos, como años de escolaridad de padre y madre, etc. Ver este http://www.redalyc.org/html/551/55121025031/
Además hay una paradoja con respecto a la preparación del test: si todos o un gran grupo de estudiantes se están preparando la prueba, la PSU, por ejemplo, los puntajes podrían elevarse (sin buen aprendizaje) pero las diferencias antes de la preparación podrían mantenerse o aumentar, ya que esta preparación tiene un costo (pagar el PREU, comprar material, acceder a internet, contactos, etc). Al final accederán a las matrículas más codiciadas practicamente los mismos grupos sociales que pueden pagarse formación adicional. Pero con respecto a la PSU no he encontrado investigaciones que analicen esta cuestión.
De repente me siento tan descolocada en este sistema de educacion que tenemos. Realmente antes del Simce los chicos disfrutaban al menos de los buenos momentos que nos entregaban talleres, deportes, cuando de la nada surgia un partido de basketball, o una obra de teatro.para presentarla para el dia del colegio. Donde uno llegaba mas tenprano para jugar a las quemadas o al volleyball, pucha que agradezco haber pasado por ees tiempo. Ahora lo que veo son chicos estresados primero para entrar al colegio dando examenes o entrevistas, depues mantenerse en el colegio donde a veces los padres deben contratar profesores particulares para reforazarlos ya que para el colegio no es suficiente … no me gusta como va esto. Me molesta.
Totalmente de acuerdo. Tenemos que recuperar las escuelas y liceos para aprender disfrutando. La estandarización y la rendición de cuentas mediante pruebas de papel y lápiz están destruyendo la buena educación y el bienestar en las escuelas. ¿Para qué me pregunto?