Personas practicando la ecoresponsabilidad

La EcoResponsabilidad : construcción de un marco ético, social y ecológico

La transición hacia la eco-responsabilidad en la vida cotidiana es uno de los desafíos mayores de la sociedad global. Las evidencias sobre los efectos de la actividad humana y la actividad económica sobre el planeta tierra cuentan con múltiples trabajos que alertan de la urgencia de un cambio en el modelo económico (IPCC, 2023) (1). El marco analítico del antropoceno se considera consensual en cuanto a que la actividad humana domina el ecosistema tierra en la actualidad (Malhi, 2017) y deja una huella ecológica que modifica los ecosistemas. Otros autores, desde perspectivas más socio-críticas denominan a ésta época como el “capitaloceno” (Moore et al., 2016) perspectiva desde la cual se identifica el paradigma económico-político del neo-liberalismo occidental como el elemento central de las economías y organizaciones extractivas con una huella ecológica pesada. En esta línea, es necesario comprender el neoliberalismo como un paradigma de organización de la vida que no considera el medioambiente como una cuestión central, por tanto, su análisis y estudio sería el comienzo a todo proceso de transformación, dado que el neoliberalismo constituye hoy en occidente un proyecto hegemónico en términos culturales, un modo de regulación del espacio jurídico y también una racionalidad gubermental instalada en las subjetividades (Byrne, 2017). 


Un grupo de economistas (ver por ejemplo Parrique, 2019; De Schutter, 2024) coinciden en que la base del problema de la actividad humana y su relación con el ecosistema, radica en que la actividad económica en sus términos actuales, requiere como mito central la espiral de crecimiento infinito lo que conlleva una extracción de recursos y un consumo de ingentes cantidades de energía a nivel global. Expresados en los términos empleados por Boutaud & Gondran (2009), diríamos que los procesos extractivos demandados por la econósfera superan los límites del planeta y las capacidades de autoregeneración de la biosfera. En definitivas cuentas, un crecimiento económico permanente sería por tanto un mito movilizador de la actividad socio-económica, un mito insostenible dado los límites materiales y energéticos del planeta que habitamos (Meadows et al, 1972).

En este marco, se han fijado nuevas metas y objetivos socio-medioambientales en instancias de toma de decisiones supranacionales lo que ha llevado a la producción de diferentes programas políticos de transición, como el Acuerdo de París  que plantea que “Para limitar el calentamiento climático a 1,5 grados celcius, las emisiones de gases de efeto invernadero deben detenerse antes del 2025 a más tardar y disminuir de 43% para 2030” (COP 21, 2015)  o el Green Deal Europeo, que propone “un conjunto de propuestas para adaptar las políticas de la UE sobre clima, energía, transporte y fiscalidad al objetivo de reducir las emisiones netas de gases de efecto invernadero en al menos un 55 % de aquí a 2030, en comparación con los niveles de 1990” (Comisión Europea, 2021). Trabajar para llevar a la práctica estos programas implica imaginar, concebir, proyectar y poner en práctica otro tipo de organizaciones, en donde la eco-responsabilidad y la huella ecológica (2) de la actividad económica estén en el centro del funcionamiento societal. Y este es uno de los desafíos más interesantes de los programas de transición hacia la eco-responsabilidad.

Hay diversas propuestas en curso que son de interés y que es necesario analizar críticamente en una primera etapa. Entre las propuestas, se ha planteado utilizar otros indicadores de progreso social (Rutger, 2019), luchar contra las desigualdades verticales y horizontales (De Schutter, 2024), “pasar de una economía orientada por la búsqueda de ganancias a una economía orientada por los derechos humanos” (De Schutter, 2024:13). Algunas de estas propuestas ya están en marcha, como por ejemplo la economía solidaria pero sin embargo requieren de estímulos para ampliarse. También algunas de las propuestas apuntan a las prácticas de colaboración en el seno de las organizaciones, como la democracia en la toma de decisiones en el trabajo, una mejor distribución del empleo en la sociedad y una reducción de la jornada laboral, además de incentivar la lucha contra el consumismo, y construir una grupo de servicios de base universal (De Schutter, 2024). Otro tipo de proposiciones se centran en el uso de la energía y los materiales, como por ejemplo, quienes proponen construir una economía circular (ver por ejemplo el trabajo de revisión bibliográfica de Raudales-Garcia, Acosta-Tzin & Aguilar-Hernández, 2024). Y recientemente también se está desarrollando una transformación organizacional desde una mirada de la economía regenerativa y la empresa regenerativa (AFNOR SPEC 2315, 2024). 

Si bien estas dinámicas de transformación económica apuntan con menos o más fuerza a la necesidad de implementar cambios en los valores centrales del modelo económico, y muestran un diverso grado de optimismo o pesimismo sobre el rol de la innovación tecnológica, todas coinciden es que es necesario desarrollar una economía y una forma de vida eco-responsables, es decir, en armonía con los equilibrios y límites de la biosfera, con una consciencia en la huella ecológica del trabajo y la producción, y que esta ética debe ser un eje central en un plano organizacional.

El constructo de ecosistema y el constructo de la responsabilidad

Desde nuestro punto de vista, son dos los elementos de base que articulan los ejes de reflexión desde el constructo de la eco-responsabilidad. Por una parte, la idea del “eco”, cuya raíz etimológica conecta con el oikos, que en griego (οἶκος) nombra “la casa”. Y en segundo componente, la idea de la responsabilidad antropocéntrica extendida, que nos invita a explorar los caminos de la ética, la milenaria tradición de la justicia y los límites de su aplicación en lo viviente y no viviente.

Desde nuestro punto de vista, la partícula <eco> alude al concepto de ecosistema, propuesto por primera vez desde la botánica por Arthur George Tansley (1935) cuyo sentido contemporáneo se lo debemos a la disciplina de la ecología. El término <eco> tiene sus orígenes onto-epistemológicos en las reflexiones de la ecología holística de principios del siglo XX, que emergió paulatinamente a partir de publicaciones como las de Clements (1916).

El término responsabilidad nos lleva en su etimología latina a responsum, que podría traducirse como “respuesta”. Está interpelación suele situarse en e marco de la reflexión sobre la responsabilidad ética, la responsabilidad moral y también la responsabilidad legal (Polo Santillán, 2019). Nuestra reflexión sobre la ecoresponsabilidad entendida como ecológica y social nos llevará necesariamente por estos tres caminos, que a mí modo de ver son caminos de reflexión y de acción política.

Hacia un constructo situado de la eco–responsabilidad

La construcción de la eco-responsabilidad es el producto rizomático de una empresa social en proceso de co-construcción permanente que asume los riesgos de otros conceptos del espacio de la ética global, como por ejemplo la idea de sostenibilidad o la justicia climática. La noción de eco-responsabilidad hace referencia a un nuevo estadío ético de algunas sociedades humanas que tiene por objetivo enmarcar  la responsabilidad antropocéntrica en, desde y hacia el ecosistema. Sus posibilidades de aplicación como marco ético al estudio de las organizaciones humanas y la actividad económica son más que interesantes.

La idea primigenia de la ecoresponsabilidad es la toma de consciencia de los efectos ecológicos y sociales de la actividad humana en general y de la actividad económica productiva en específico (huella socioecológica). Se trata de una ética biodinámica que acepta los límites físicos de la capacidad de regeneración del planeta tierra. A partir de esta consciencia de los límites y de la conexión entre lo viviente y lo no viviente, se construyen espacios de renuncia, una renuncia activista a las innovaciones de aceleración, por un lado. Y por el otro, una creación o redescubrimiento de una forma de habitar austera, o dicho de otra forma, una vida que habita vegetalmente su territorio, como los árboles en los bosques nativos.

La ecoresponsabilidad es un marco ético escalable desde el nivel personal hasta el espacio político, desde la mera organización pública o privada hasta impactar la constitución de un Estado o de organizaciones supranacionales. Sin duda, el nivel personal es ineficaz por sí solo debido a su atomización, pero al mismo tiempo es el punto de partida de toda transformación mayor.

Simplemente, creo que deberíamos pensar con más intensidad en la EcoResponsabilidad y hacerla parte de nuestra vida y nuestras leyes. Pensar en cuáles son las prioridades, lo posible, lo imaginable y lo deseable allí donde habitamos.

La ecoresponsabilidad se construye como respuesta sentipensante a las interpelaciones de lo viviente y lo no viviente, una respuesta que se enmarca en la preservación de la vida y del equilibrio necesario para que la vida y el bienestar nunca acaben. La ecoresponsabilidad es la ética del cuidado que va más allá de lo humano.

Notas

(1) El último informe, el sexto, es fruto de tres grupos de trabajo que se organizan en función de tres grupos temáticos : The Physical Science Basis (Grupo 1), Impacts, Adaptation, and Vulnerability (Grupo 2), Mitigation of Climate Change (Grupo 3).  Cada grupo de trabajo genera un reporte en el área temática específica.

(2) “La huella ecológica, por su parte, trata de representar la cantidad de capacidad regenerativa del ecosistema que debe movilizarse para abastecer a la econosfera de los recursos que necesita y asimilar los residuos que produce. Por tanto, esta parte regenerativa del ecosistema concierne esencialmente a la biosfera. Esto significa que los elementos del capital natural que no pueden regenerarse más o menos directamente mediante la fotosíntesis quedan por definición excluidos del ámbito de la huella ecológica: por ejemplo, los minerales de la litosfera o una parte del agua de la hidrosfera. Por supuesto, esto no significa que estos elementos del ecosistema terrestre no sean igualmente importantes en términos ecológicos o económicos. Lo que ocurre es que, al igual que el PIB limita su campo de estudio a las transacciones que implican un intercambio monetario, la huella ecológica limita su propio campo de estudio a esta parte regenerativa y biológica del ecosistema.” (Boutaud & Gondran, 2009).

Referencias para profundizar

AFNOR SPEC 2315. (2024). L’économie régénérative. https://www.boutique.afnor.org/fr-fr/norme/afnor-spec-2315/aspec-economie-regenerative/fa209119/426267

Boutaud, A., & Gondran, N. (2009). III. Comprendre l’empreinte écologique : Principes généraux. Repères, 39‑54. https://shs.cairn.info/l-empreinte-ecologique–9782707198730-page-37?lang=fr

Byrne, C (2017) Neoliberalism as an object of political analysis : An ideology, a mode of regulation or a governmentality? Policy and politics, 45 (3). pp. 343-360. ISSN 0305-5736 DOI:

https://doi.org/10.1332/030557316X14800750043260

Crutzen, P. J. Stoermer, E. F. 3 (2000). The Anthropocene. Global Change Newsletter. 41:17–18. http://www.igbp.net/publications/globalchangemagazine/globalchangemagazine/globalchangenewslettersno4159.5.5831d9ad13275d51c098000309.html

Crutzen, P. J. (2006). The “Anthropocene”. In E. Ehlers & T. Krafft (Éds.), Earth System Science in the Anthropocene (p. 13‑18). Springer. https://doi.org/10.1007/3-540-26590-2_3

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Clements, F. E. (1916). Plant succession; an analysis of the development of vegetation. Washington, Carnegie Institution of Washington. http://archive.org/details/cu31924000531818

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De Schutter, O. (2024). Éliminer la pauvreté en regardant au-delà de la croissance. Assemblée générale Nations Unies. https://documents.un.org/doc/undoc/gen/g24/069/71/pdf/g2406971.pdf

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Moore, J.W. (ed.), (2016) Introduction: Anthropocene or capitalocene? In Nature, History, and the Crisis of Capitalism. Kairos. https://jasonwmoore.com/wp-content/uploads/2017/08/Moore-ed-Anthropocene-or-Capitalocene-Introduction-and-TOC-2016.pdf

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Tansley, A. G. (1935). The Use and Abuse of Vegetational Concepts and Terms. Ecology, 16(3), 284–307. https://doi.org/10.2307/1930070

Miguel Stuardo-Concha

Miguel Stuardo Concha es profesor e investigador actualmente vinculado a la Universidad CY Cergy París, como director de la formación Licencia Profesional Trilingüe Comercio ecoresponsable y desarrollo sustentable. Doctor en Educación y Máster en Calidad y Mejora de La Educación por La Universidad Autónoma de Madrid (UAM). Profesor de Castellano y Comunicación y Licenciado en Educación en la Universidad de La Frontera, Chile. Investiga sobre eco-responsabilidad, mejora escolar, educación y justicia social, acogida de estudiantes migrantes, investigación libre y abierta y enseñanza del español como segunda lengua.

https://orcid.org/0000-0003-2617-0035


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