Lorena Belmar Currin, Profesora, Pontificia Universidad Católica de Chile. Licenciada en Educación, Universidad Austral de Chile. Magíster en Educación mención en Gestión Inclusiva, Universidad Santo Tomás. Fundadora de la Asociación de Profesores de Inglés. Araucanía.
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Desde que se promulgo la ley 20.845 de Inclusión Escolar, donde se “eliminan todas las formas de discriminación arbitraria que impidan el aprendizaje y la participación de las y los estudiantes”(MINEDUC, 2015) ,la comunidad escolar ha tenido un desafío permanente en los procesos de convivencia escolar ,hacer inclusión educativa en la diversidad involucra tener que compartir cada uno y todos los espacios de un centro escolar en igualdad de oportunidades. Sin embargo , abrir los espacios a la diversidad educativa no es fácil , la tolerancia, empatía y respeto son valores que resultan difícil de aceptar en el momento en que exijo el respeto a mis derechos.
Convivir en una comunidad educativa permite reconocer señales y códigos no escritos pero respetados por todos, estos recorren los pasillos, oficinas , sala de profesores y salas de clases en un ambiente invisible donde surgen prejuicios o estereotipos que se identifican en las prácticas inclusivas de la vida diaria en la escuela y que involucra a estudiantes, profesores y directivos en la protección de los derechos personales en pos de sus pares o de los intereses comunes que tiene una comunidad escolar.
La práctica de la inclusión educativa involucra dejar intereses individualistas para dar el paso a trabajar por objetivos colectivos como lo plantean estos autores “La inclusión educativa, es una dimensión esencial del derecho a educación de calidad e igualdad de oportunidades en el acceso, progreso, participación, aprendizaje y desarrollo integral de todas las personas” (Booth; Ainscow, 2007). Por lo tanto ,para que los integrantes de la comunidad logren internalizar los valores inclusivos necesitan dejar atrás intereses personales, para dar el paso a trabajar por el bien común de la comunidad, donde todos crezcan y se desarrollen en forma integral a partir de sus diferencias y fortalezas.
En la inclusión educativa es clave la labor del profesor o educador , ellos aterrizan las políticas públicas y construyen los espacios inclusivos en el aula que son traspasados a la comunidad escolar y posteriormente a la sociedad .Sin embargo , esta tarea no es fácil cuando los códigos invisibles son difíciles de erradicar porque terminan siendo parte de la formación de un profesor, así lo plantea Jordán: “El liderazgo, las normas y cultura escolar pueden influir en las percepciones y creencias de los profesores acerca de la inclusión educativa”(Jordan, 2010). Por lo tanto, es evidente que estos eventos invisibles son parte de un currículum oculto que actúa en el interior de las aulas en los discursos periódicos de los profesores , sus actitudes , decisiones, hábitos y respuestas educativas etc., y donde se traspasan a los alumnos estos mismos códigos en forma sutil en modos de sentir , pensar y actuar.
Por cierto, según se manifiesta «El currículo oculto opera en el plano interpersonal y al margen de los requerimientos explícitos de un currículo programado” (Perrenoud, 2012), permitiendo profundizar prejuicios o juicios de valor, fortalecer barreras para debilitar el proceso de inclusión y mantener el status quo un placentero estado “sin problemas” en la comunidad escolar ; ni desafíos éticos que prioricen el cambio por una calidad educativa para todos, que permita salir del estado de confort de los agentes escolares.
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