Complicado el escenario para la universidad en Francia. El gobierno aplica restricciones presupuestarias. Se nos pide una reducción forzada del 10% por año, como mínimo, del presupuesto de facultad. Un aumento de los costos, como la energía y los salarios se agregan a la ecuación. Similar situación para los grupos de investigación, tenían un presupuesto propio, pero ahora el modelo será ir a pelear por los fondos concursables europeos y nacionales. El gobierno tiene un plan de desvinculación de las Universidades, es decir que funcionen como el modelo neoliberal chileno constructor de desigualdad, endeudamiento estudiantil, privatización y no cumple la promesa de empleabilidad. La emergencia de la IA y el tecno-optimismo no nos deja ver con claridad el peligro de la IA para los humanos, en particular para los estudiantes y el profesorado. Podríamos decir que hasta ahora el rol central de la universidad es construir la bio-inteligencia con bio-inteligencia. ¿Y ahora? ¿Nuestro rol es construir el post-humanismo? Ese rol se disipa. El gobierno dice que estamos en la carrera por la IA y da prioridad a la IA (tecnoptimista) en los fondos de investigación. La situación polariza la micropolítica de la facultad, aumenta la conflictualidad y se vuelve un lugar menos atractivo para trabajar. Al mismo tiempo, la crisis climática, que es una crisis profunda de eso que llamamos civilización, pierde fuerza, se diluye, porque las prioridades son otras y porque quienes están a la cabeza llevan en el corazón una ecología burguesa que evita todo conflicto. Un general acaba de decir que hay que prepararse para una eventual guerra con Rusia. Son todos hombres en el poder, me pregunto si el problema es esencialmente el género del poder, o el masculinismo del poder. La universidad, un micromundo en donde cabe toda la sociedad francesa y sus conflictos y sus incertidumbres, microcosmos digno de estudio en un momento de un conflicto social que crece.
Allí donde trabajo se intenta una respuesta urgente sin mucha reflexión estratégica siguiendo la ideología de la universidad empresa, con la entrada de lógicas de endoprivatización, es decir, la jerarquización de la gestión y la pérdida de democracia. Los ingenieros intentan imponer su visión de la enseñanza por competencias y de formar trabajadores para las empresas locales. Los estudiantes no tienen mucha voz, a veces se les pregunta, pero la diferencia argumentativa en los consejos es brutal y no se les quiere escuchar. Las ideas de la universidad-empresa quedan cimentadas en nuevas maquetas. El discurso de la calidad o la buena enseñanza no se escucha. La respuesta es también una reducción de costos brutal bajo el eufemismo de la mutualización. También se reducen grupos, este discurso se defiende también desde el clasismo de una parte del profesorado, que siente rechazo hacia cierto tipo de estudiante que no tiene los códigos, es mejor dejarlos fuera, cerrar grupos no es tan malo. Las formaciones pierden calidad y habrá menos exposición a la bio-inteligencia: en las nuevas maquetas se crea eso que llaman horas en autonomía; allí donde había un profesor ya no lo habrá, supongo que los algoritmos o la IA harán su trabajo. Allí donde había TDs (grupos pequeños de trabajo personalizado) habrá CMs, (grupos gigantescos en donde se enseña un poco en modo siembra al voleo). Esto se presenta como una éxito. Vamos por la buena vía, felicitaciones. Las lenguas son percibidas como inútiles, excepto el inglés, la pérdida de diversidad y el cerramiento de las naciones en sí mismas parece construirse nuevamente, emergen nuevas materias que aparentemente interesan a las empresas, materias de aplicación, pero en donde el pensamiento crítico no tiene mucha cabida ni la transformación social ni la reflexión política ni la imaginación de futuros alternativos tampoco. Los vicepresidentes y la presidencia plantean esto como la única vía inapelable y ya no se toman el tiempo de consultar a los consejos de facultad que antiguamente, hasta hace un año o dos, tenían poder de decisión, pero ya le quitaron el sentido. El autoritarismo se sube al escenario. Algunos toman el camino de la sumisión y la aceptación de las tesis de la nueva gestión, supongo que tienen familias, quieren cuidar su puesto de trabajo. Los equipos administrativos intentar una reacción porque sienten amenazado su futuro, pero no salimos de la lógica de obtener fondos propios. El discurso de la universidad como servicio público desaparece. Por ahora no se ve ninguna forma de resistencia, solo una resistencia discursiva como mínimo, que se desgasta porque no cuaja. Una parte del profesorado hace su vida, supongo que se sienten protegidos por su estatuto de funcionarios, y su vinculación suele ser en el mejor de los casos administrativa resignada, pero lejos del activismo micropolítico. La eco-responsabilidad, como en toda organización que acepta los valores, los métodos y los objetivos neoliberales, está ausente o es solo una cobertura discursiva.
Miguel Stuardo Concha es profesor e investigador actualmente vinculado a la Universidad CY Cergy París, como director de la formación Licencia Profesional Trilingüe Comercio ecoresponsable y desarrollo sustentable. Doctor en Educación y Máster en Calidad y Mejora de La Educación por La Universidad Autónoma de Madrid (UAM). Profesor de Castellano y Comunicación y Licenciado en Educación en la Universidad de La Frontera, Chile. Investiga sobre eco-responsabilidad, mejora escolar, educación y justicia social, acogida de estudiantes migrantes, investigación libre y abierta y enseñanza del español como segunda lengua.

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