Me parece que el tema evaluativo siempre ha sido una barrera dentro del sistema educativo, puesto que desde su génesis, ha estado asociado al control y al castigo. Y este es un paradigma que aún en la época que estamos viviendo hoy, de tantas transiciones y movimientos sociales que piden educación de calidad, aún se sigue implementando.
La evaluación se ha destacado por excluir, segregar, valorar a cierto tipo de conductas idealizadas esperadas, sancionar, permitir la competencia. Llevo 13 años de Directora en un establecimiento educacional de educación parvularia y hablaré desde cuando yo ingresé. Teníamos un instrumento llamado PEF (pauta de evaluación formativa) el cual tenía como condición que cuando un niño o niña tenía un indicador no alcanzado en un área de formación, se dejaba la evaluación hasta ese bloque e inmediatamente se le consideraba que estaba en un nivel anterior a su etapa cronológica, quedando todos aquellos niños y niñas que no alcanzaban a completar el bloque correspondiente a su edad, en déficit; y aquellos que sí lo hacían, en potenciación. Era un instrumento muy frustrante, porque no evaluaba la integralidad de los aprendizajes, sino que castigaba el hecho de no haber podido alcanzar ciertos indicadores, que el niño o niña pudiera o no reflejar en un contexto educativo que no siempre logra obtener la información necesaria sobre las habilidades que traen niños o niñas o aquellas que han logrado desarrollar a través del año escolar.
Con los años y luego de muchos reclamos de parte de las comunidades educativas, se cambió a otro instrumento llamado IEA (instrumento de evaluación educativa), donde también se mantienen las áreas de aprendizaje formativa pero ahora el logro de los aprendizajes que se evalúan se representan como una flor con pétalos, donde están los niveles iniciales, intermedios y finales. Por cada indicador en nivel inicial, intermedio o final, se califica el nivel en el que el niño o niña está. Es un sistema algo más justo que el anterior, es más integrador, ya que nos obliga a recopilar información de distintos períodos de la jornada donde niños y niñas expresen sus aprendizajes, con instrumentos alternativos creados por los propios equipos educativos, se completan las pautas.
Aún así, no llega a ser un proceso donde los equipos educativos estén bien capacitados a pesar de algunos esfuerzos institucionales por mejorar estos procesos, pero debemos decir que desde la formación inicial que recibimos los docentes en general (educadoras, profesores, técnicos) no se ha profundizado en el sistema evaluativo desde la inclusión y las diversas formas de aprender, para el proceso educativo.
Siempre este proceso queda algo disociado de las prácticas pedagógicas, cuando debiera formar parte del ciclo de mejora continua. Falta desarrollar más habilidades en los equipos educativos para mejorar la evaluación, pero también falta que en las instituciones, desde el concepto de evaluación que construyen en sus espacios y reflexiones, la evaluación sea considerada para crecer, construir, mirar las particularidades de cada comunidad escolar. Cuando implementamos una evaluación estandarizada atropellamos de sobremanera el principio de pertinencia y de contextualización cultural. Si tenemos comunidades educativas con realidades culturales totalmente diferentes, no podemos medir a todos con el mismo instrumento, porque anulas toda esa realidad que está ahí latente.
Un comentario en «La evaluación educativa como factor de inequidad: control, castigo y etiquetas»
Excelente! Soy Directora de un establecimiento municipal de enseñanza básica y estamos implementando desde hace poco la “evaluación pedagógica” que motiva al logro de los aprendizajes, esperamos con esto habituar a los niños a la perseverancia, buscar metas personales e interesarse por sus aprendizajes, es algo nuevo propio de nuestra escuela y que esperamos que nos dé buenos resultados, así que tú experiencia me sirve mucho.
Saludos!