El extractivismo verde es una categoría analítica emergente que designa los procesos de producción extractivos cuya motivación está justificada en la descarbonización de la economía como único indicador. En palabras simples, es un modelo de negocios basado en la innovación líneal, que no quiere entrar en el análisis sistémico de la actividad extractiva y utiliza como único indicador la reducción de las emisiones de C02 en el uso del producto final. La electromobilidad, la producción de hidrógeno verde y las energías renovables podrían transformarse en el motor del nuevo extractivismo verde.
(Puedes profundizar más sobre el extractivismo verde con el artículo de Kristina DIETZ https://nuso.org/articulo/306-transicion-energetica-europa-extractivismo-verde-america-latina/)
El extractivisno verde reproduce la lógica de la empresa y organización neoliberal, con una delgada capa discursiva de ecologismo colonial. El ecologismo colonial es el sustento ideológico de esta forma de entender las relaciones geopolíticas, marco de pensamiento que reproduce las dinámicas de subordinación de la colonización pero actualizadas en el mundo empresarial y bajo motivaciones de transición climática. En los discursos del extractivismo verde se trata de descontaminar y descarbonizar los países con huella ecológica ecocida (Europa por ejemplo) utilizando los recursos revalorizados de los países cuya huella ecológica es menor (viento, agua, radiación solar, minerales).
El control de la tecnología
Bajo la lógica productiva del extractivismo verde la tecnología debe ser propiedad de la nación eco-colonial. Por ende, los convenios se aseguran de mantener las tecnologías privatizadas y de amarrar legalmente (mediante la ilegalización) la reproducción y apropiación de la tecnología a nivel local. De esta manera, la relación de dependencia económica se construye y se transforma en una nueva herramienta de sumisión geopolítica a cambio de salarios y alquileres de suelo. Las élites nacionales ven una nueva oportunidad de enriquecimiento y respaldan estos discursos mostrándolo como un avance local.
Los conflictos por el espacio
El capitalismo verde no puede sobrepasar los límites del planeta, por el momento. Además de los recursos revalorizados por la crisis del calentamiento global y la huella ecológica de la actividad productiva, el extractivismo verde requiere apropiarse del espacio para instalar aerogeneradores, paneles solares y centrales de producción de hidrógeno. Por ello, su plan estratégico apunta a las zonas con baja densidad poblacional y con abundancia del recurso estratégico. Normalmente estas zonas tienen un valor turístico o agrícola para las comunidades locales. En esta materia se espera un aumento de conflictos políticos entre diferentes modelos de actividad económica (con el eco-turismo, por ejemplo) y otras formas de utilización del suelo, por ejemplo, para la producción de alimentos, bio-combustibles, aerogeneración, transformación de la radiacción solar en energía eléctrica y la utilización de agua para la producción de hidrógeno.
El desmantelamiento de las instalaciones y des-responsabilización de la huella ecológica intergeneracional
Además el extractivismo verde se des-responsabiliza de la huella ecológica de su producción, que se prolonga después del periodo de vida útil. Por ejemplo, ya se observan casos de des-responsabilización en materia de aerogeneración una vez la vida útil se termina en Europa. La estrategia suele ser alquilar el suelo en lugar de comprarlo, pues la actividad productiva extractivista lo desvalorizará con el tiempo. El caso emblemático es el de los aerogeneradores, que dejan enterrada una loza de hormigón cuyo propietario deberá desmantelar bajo su propio costo.
El llamado de alerta a las comunidades locales es simple. Es necesario tomar consciencia de que el extractivismo verde no incorpora una lógica de eco-responsabilidad sistémica, sino que corresponde a una innovación líneal y aislada. Ésta solución nace en la lógica neoliberal extractiva, que se apropia temporalmente de un lugar hasta agotarlo y luego se des-responsabiliza de su huella ecológica que será una herencia a las próximas generaciones y un problema del Estado local. Por otra parte, es necesario evaluar la conflictualidad con las formas de vida local que el modelo de negocio generará y su daño a la estética del paisaje, ya que este también es un valor que no suele medirse en los indicadores de éxito, pero que aporta bienestar y sustento, a través del turismo ecológico o la actividad agrícola, a las comunidades locales.
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