La carrera profesional docente ha establecido que los docentes deben someterse a la prueba de conocimientos específicos y pedagógicos. Se trata de otra herramienta de control social, que se suma a la obsoleta tecnología de pruebas de papel y lápiz, aplicada por un pequeño grupo sobre los actores del sistema educativo. Esta tecnología se basa en la ilusión positivista de la medición objetiva y en el supuesto de que el conocimiento de una disciplina se puede estandarizar. Supuestos equivocados pues el conocimiento es dinámico, crece y se destruye a tasas muy altas. También el conocimiento adquiere sentido en un contexto siempre particular y en el caso chileno, estos contextos son muy diversos: rural, urbano, norte, centro, sur, etnias, continente, insular, educación técnica, científico humanista. El supuesto detrás de la estandarización está obsoleto en un mundo líquido: ¿Se olvida la red política-académica, encargada de imponer la prueba de conocimientos del Mineduc, el CPEIP y el MIDE-UC [Grupo de Investigación de la PUC, también vinculado al dispositivo de control social SIMCE, al programa Docente Más y la dispositivo de exclusión y distribución de posiciones sociales PSU] que el conocimiento es situado, crece y cambia a cada momento y que lo construimos en red y colaboración?
¿Las pruebas de conocimientos mejoran la práctica docente? Pues no se sabe ni hay evidencias que justifiquen la aplicación de pruebas que solo simplifican el conocimiento a una representación númerica. ¿A quién le servirá ese dato? ¿A los profesionales? Sin más beneficio para las/los docentes que una zanahoria económica si se obtiene buen resultado, el puntaje y los datos serán simplemente utilizados por la red política académica, que cree y defiende la ideología de la estandarización educativa, para justificar sus políticas sin la participación vinculante y respetuosa de los profesionales.
Gimeno Sacristán, reflexionando sobre la evaluación y la ilusión de la objetividad, expresa que “La idea misma de evaluación incluye la valoración, en el sentido de que implica no sólo la identificación del grado en el que un estudiante posee un cierto rasgo o el nivel en el que su conducta se ha modificado, sino que también se valora la adecuación de los resultados obtenidos a los criterios u objetivos deseables. Es decir, se hace referencia a valores, a ideales educativos, que no dejan de ser construcciones aceptadas en momentos determinados por grupos de individuos, sobre los que existen acuerdos y discrepancias. La objetividad positivista es una ilusión imposible, lo que no equivale a instalarse en el terreno de la arbitrariedad. Desde hace tiempo se sabe que ni la selección de los contenidos de las pruebas de evaluación, ni el proceso de su corrección puede ser algo objetivo, ajeno a opciones del que selecciona y valora el contenido o da notas a los alumnos (PIERON,1963; NOIZET y CAVERNI, 1978).”
Las pruebas estandarizadas no mejoran la práctica docente y generan efectos nocivos. ¿Cuáles serán los efectos nocivos que generará estas pruebas? El tiempo lo dirá, como lo está gritando a voces con el SIMCE y la PSU.