La enseñanza para la justicia social corre el riesgo de transformarse en adoctrinamiento o manipulación si no se construye sobre un marco ético que garantice el respeto a la autonomía y que promueva el pensamiento crítico. Desde mi punto de vista el Consenso de Beutelsbacher y sus tres principios pueden constituir el cimiento para una enseñanza justa y para la justicia social que no se transforme en una práctica autoritaria y antidemocrática. Este consenso aboga por no presionar a los estudiantes, mostrar las perspectivas controvertidas, y facilitar el análisis político desde los intereses de los estudiantes.
El consenso de Beutelsbacher fue desarrollado en 1976 como marco para la educación política en Alemania y contribuyó a solucionar una fase de polarización política entre el partido el CDU (Partido Democrático) y el SPD (Partido Socialista) (Itxaso, 2011) :”Éste consta tan sólo de tres breves artículos. Si bien no es una norma jurídica, ni es prescriptivo, constituyó un acuerdo intelectual que fue aceptado por todos los partidos políticos y que se mantiene hasta hoy en día como una referencia asumida por los gobiernos de los Länder en sus programaciones de la asignatura obligatoria de política en las escuelas. El consenso de Beutelsbacher fue redactado por Siegfried Schiele (31) y se adoptó como resultado de una sesión de trabajo del Gobierno Regional del Land de Baden-Wurtemburgo. Las conclusiones fueron: 1. No está permitido que se inculque unas opiniones concretas a los estudiantes o que se les impida crearse sus propios juicios. En esta línea está la frontera entre la educación política y el adoctrinamiento (Indoktrination). El adoctrinamiento es incompatible con el papel del profesor en una sociedad democrática y es contrario al objetivo de lograr una mayoría de edad en los alumnos. 2. Lo que es controvertido en la ciencia y en la política debe ser mostrado en las clases como controvertido. 3. Los alumnos deben de ser educados para analizar la situación política en cada caso concreto y para buscar medios y soluciones de acuerdo con sus intereses” (Itxaso (2011), p.82-83).
El consenso de Beutelsbach extendido:
1. Prohibición de abrumar al alumno con objeto de lograr su adhesión a una opinión política determinada.Está prohibido sorprender al alumno (no importa por qué medios) en el sentido y con la intención de que adopte las opiniones deseadas por el enseñante, impidiendo que pueda formarse su propio juicio. Precisamente aquí está la frontera que separa la formación política del adoctrinamiento. El adoctrinamiento, sin embargo, es absolutamente incompatible con el papel del enseñante en una sociedad democrática y con su objetivo propuesto —sobre el que existe acuerdo general— de alcanzar la madurez social e intelectual del alumno.
2. Lo que resulta controvertido en el mundo de las ciencias y la política, tiene que aparecer asimismo como controvertido en clase. Esta exigencia está íntimamente ligada a la anterior, pues si se pasan por alto posiciones y posturas divergentes, se ignoran opciones y no se discuten alternativas, ya se está caminando por la senda del adoctrinamiento. Cabe preguntarse si el enseñante no debería incluso asumir una función correctora, es decir, si no debe elaborar y presentar muy particularmente aquellos puntos de vista y alternativas que a los alumnos (y a otras personas participantes en los programas de formación política), por su origen político y social específico, les son ajenos. Al constatar este segundo principio queda claramente de manifiesto por qué la posición personal del enseñante, el fundamento teórico de su actividad científica y su opinión política, carecen relativamente de su interés. Para volver sobre un ejemplo ya citado, su noción de democracia no constituye problema alguno, dado que también se tienen en cuenta las opiniones contrarias.
3. El alumno tiene que estar en condiciones de poder analizar una situación política concreta y sus intereses más fundamentales, así como buscar las soluciones más adecuadas para influir sobre la situación política existente en el sentido que marcan sus propios intereses. Semejante objetivo significa conceder gran importancia a las aptitudes de acción concreta, lo cual, sin embargo, es una consecuencia lógica de los principios anteriores. El reproche que a veces se puede escuchar en este contexto —por ejemplo, contra Hermann Giesecke y Rolf Schmiederer— de que ello es un retorno al formalismo a fin de no tener que corregir los propios contenidos, no es acertado en la medida en que no se trata de buscar un máximo consenso, sino de lograr un consenso mínimo.
Traducción de Das Konsensproblem in der politischen Bildung (El problema del consenso en la formación política) editado por Siegfried Schiele y Herbert Schneider, Stuttgart 1977, traducción al español Ute Schammann y Raúl Sánchez. Publicado por el Landeszentrale für politische Bildung Baden-Württemburg, www.lpb-bw.de/beutelsbacher-konsens.html
(Extraído de Itxaso (2011), p.83)
¿Qué opinión te merece este consenso? ¿Cómo prevenir el adoctrinamiento y la manipulación al mismo tiempo que hacemos explícita nuestras visión política y nuestros intereses? ¿Cómo llevar a la práctica un enseñanza que haga conscientes a los estudiantes de sus propios intereses y que les facilite herramientas para contraponerlos a los intereses de otros?
Referencias
Itxaso, M. E. (2011). La legislación vigente sobre la asignatura de educación política en las escuelas alemanas. Revista de estudios políticos, (154), 71–109.