Raza Chilena
Para iniciar el análisis del pensamiento de Nicolás Palacios es importante precisar el concepto de “raza” que enuncia el autor. Si bien es cierto que el concepto de raza actualmente es despectivo y está en desuso, en el siglo XIX sí se utilizaba como una verdad científica, pues este concepto fue utilizado discursivamente por diversos autores europeos como Herbert Spencer, siendo esta una construcción histórica aceptada que repercutió en la sectorización de la realidad.
En el caso de los pensadores latinoamericanos como lo es Nicolás Palacios, el concepto de raza sirvió para crear un discurso nacionalista, donde el Estado tuviese cohesión y diera solución a diversas cuestiones sociales.
El análisis que hace Nicolás Palacios se debe contextualizar como un contra-discurso hacia la oligarquía política chilena que – según él- enceguecida por los proyectos modernizadores y cautivada por las corrientes europeas, había dejado de lado a los sectores populares.
Lo que se plasma en la obra del autor es la creación de un nuevo imaginario del concepto de raza en concordancia con el proyecto de nación. Palacios inicia explicando que los españoles son descendientes directos de los Godos, esencialmente guerreros y conquistadores y estos a su vez son ascendientes de los conquistadores que llegaron a Chile, por ende son parte de la raza chilena tras la unión genética de araucanos y godos.
Bajo la lógica del autor, el roto chileno sería araucano-gótico y poseía una fisonomía moral uniforme, “todos sentimos i pensamos de idéntica manera en las cuestiones
cardinales”51. El autor está homogeneizando el pensamiento moral y social de los chilenos, siendo que eran evidentes las diferencias dentro de la sociedad chilena en plena cuestión social.
Palacios legitima los orígenes de la raza chilena y el mecanismo de su formación como un fenómeno de mestizaje entre la raza conquistadora y la conquistada, universal e inevitable, en el que la biología le dio una gran fuerza a la uniformidad y estabilidad de la casta mestiza.
Palacios quería sin duda fundamentar la idea de que el pueblo chileno compartía un alma nacional específica, que se sustentaba en la diferencia de la raza chilena con otras, pues argumenta que la población mestiza y las actitudes militares del roto chileno son reconocidas desde que apareció en la escena del mundo. Explica que Chile tuvo buenos soldados que establecieron una amplia base de nuestra raza que no tiene comparación en la historia de ningún pueblo, siendo una de las más uniformes del mundo entero, por ello es trascendental difundir estos conocimientos por el porvenir del país.
El autor da importancia a la estructura patriarcal que ambas “razas” poseían y que por tanto fue traspasada a la “raza” mestiza, además de la representación del hombre como varonil. “Eran, pues, dos razas de corazón y de cerebro semejantes las que en su choque de dos siglos, con una epopeya por epitalamio, dieron el ser al roto chileno”52.No deja de extrañar que el autor pasa por alto las innumerables penurias traumatizantes que atrajo el proceso de conquista y colonización chilena y con ello se produce una desnaturalización de los rasgos y la “herencia” tanto la fisonómica como moral de los araucanos, puesto que pretende exaltar una uniformidad moral de los indígenas como de los españoles, dejando de lado diversos aspectos más allá de lo guerrero y lo valeroso de los araucanos.
51Ibíd. Cit., Palacios. p. 37.
52Ibíd. Cit. Palacios. p. 38.
Palacios inserta un proyecto modernizador dentro de la línea genealógica, porque él está construyendo, mediante un pensamiento lineal, una “raza uniforme”, que se inserta en una nación preconcebida.
Roto chileno
Nicolás Palacios y su pensamiento, responden al contexto de su tiempo, en tanto enunció su discurso en función de las herramientas y conocimientos existentes en Chile a inicios del siglo XX. Así es un pensamiento poco sostenible en esos preceptos, pues a pesar de atisbos de originalidad plantea ideas contrapuestas e irreconciliables con la racionalidad científica. Pues ambas vertientes del discurso de Nicolás Palacios son ambiguas considerando la contraposición de su clase, con la clase popular ya que al ser un médico intelectual que critica a la clase oligárquica que maneja su país, valora al pueblo indefenso y sobre todo a la figura del roto chileno. Para Palacios, el roto chileno es toda la población de la República, menos unas seis o siete familias que creen que no lo son. El roto es el indefenso, el hermano menor del país y la elite oligarca debe trabajar en mejorar sus condiciones de vida, pues los considera vulnerables. La raza chilena es “en una sola palabra, lo mejor de ambas naciones, pues sacaron lo mejor de ambas razas.”
Sin embargo, este mensaje durante los años siguientes se desvirtuó y no se entendió como su autor lo planteó, debido a que el discurso no involucra a los nuevos actores y acontecimientos que se van generando a lo largo del siglo XX y las diversas vicisitudes sociales. Con ello el discurso de Raza Chilena se convierte en baluarte de un ámbito social más o menos definido y también del mundo conservador.
Xenofobia
En este sentido, la xenofobia es uno de los tópicos que cruzan su obra, pues el rechazo por lo distinto es un principio de la conformación y selección de la raza; sin embargo, este tópico no es un asunto contradictorio que se presente en todo el discurso.
Palacios define la xenofobia desde su “yo arquetípico” dándole una forma y sentido en lo que respecta a una entidad humana como lo es el roto chileno, diciendo que:
“Ante todo creo necesario manifestarle mi opinión respecto de quién es, como entidad humana, el roto chileno, cuáles son los orígenes de su sangre, y cuál la causa de la uniformidad de su pensamiento, condición la más importante en sociología para caracterizar los grupos humanos llamados razas. […] La Raza Chilena, como todos lo saben, es una raza mestiza del conquistador español y del araucano, y vino al mundo en gran número desde los primeros años de la conquista, merced a la extensa poligamia que adoptó en nuestro país el conquistador europeo.”53
Sin duda Palacios, trata de reivindicar la Raza Chilena, criticando al gobierno de turno, pues ha puesto una invencible resistencia al cumplimiento de la ley de colonización nacional y este ha entregado las tierras de la nación a familias de raza extraña a la nuestra; al contrario de como cualquier chileno pensaría, no critica a nuestros países vecinos, sin embargo, critica a los europeos, contra quienes actualmente los chilenos no tienen tendencias xenofóbicas: italianos, alemanes y otros, que colonizaron el sur de Chile a fines del siglo XIX.
Con este objetivo segregador Palacios enfrenta al “otro” distinto; es como se enfrenta a otras razas, de tal modo que siempre en todo su discurso deja ver la superioridad del roto chileno en oposición a otros países. Sin embargo, deja entrever que no existe para él la xenofobia en el sentido práctico, pues “La inmigración natural de extranjeros de cualquier país en Chile nos ha ido dejando individuos de varias razas, pero todos participan más o menos de nuestro modo de ser moral, y entre ellos los hay que son tan chilenos de alma como nosotros mismos. Bienvenidos sean” 54Además, su planteamiento ambivalente admite la alabanza a “razas” como la estadounidense, refiriéndose a ella con mucha admiración
53 Ibíd. Cit. Palacios. p. 37.
54 Ibíd. Cit. Palacios. p. 279.
principalmente por su prodigiosa economía. Con ello afirma y manifiesta a su vez una tolerancia y admiración por otras “razas”, lo que demuestra que su discurso puede ser contradictorio en cuanto a la xenofobia.
Critica a la Ilustración
En pleno conflicto social del discurso de Palacios, narrado de forma científica, subyace un tema fundacional. Esta obra que nace para revalorizar la raza, permite entrever el conflicto entre la ilustración y la modernidad.
Se evidencia entonces que Palacios critica en su obra la ilustración como un elemento extranjero que entiende mal la inteligencia y que ridiculiza al arquetipo del roto chileno: “Entre los extraños desvíos de criterio que de algún tiempo a esta parte trabajan el sentido común del público en Chile, debe contarse el olvido de la gran diferencia que la ilustración y la cultura establecen entre las personas; ese olvido es el que lleva a la generalidad a despreciar y ridiculizar a la población chilena inculta, tomando su modo de ser por signo inequívoco de estupidez. No hay aquí, como en todas partes, ilustrados e ignorantes, ciudadanos y campesinos, educados y artísticos, sino inteligentes y estúpidos. Dos razas con potencias cerebrales bien diversas.
Esto me ha hecho pensar muchas veces en que la ilustración con sus inmensos beneficios tiene sin embargo su reverso: el de que se la confunde con el entendimiento, y el de que se crea que puede reemplazarlo y suplantarlo, invirtiendo la jerarquía verdadera en cuestión la más importante de todas. El poder de comparar y de juzgar con acierto, esto es, el criterio, el juicio, es cualidad del espíritu y depende de la constitución material del encéfalo, y mientras más datos tenga a la vista un cerebro incapaz, mayores serán la indecisión y el embrollo de sus determinaciones.”55 .
55 Ibíd. Cit. Palacios. p 111.
Este tópico, que se va a alternando con el orden científico sea consciente o inconsciente es argumentado también desde la oralidad, desde el roce social, refiriéndose muchas veces así: “Y pasando a otra cosa, me voy a permitir referirle una anécdota que me contaron en Santiago…”56. Esta cita de la tradición cotidiana, pretende mostrar un arquetipo racial mencionando incluso diversas palabras propias de los rotos chilenos con la finalidad de plasmar el contexto lingüístico cotidiano de la raza chilena.
Básicamente, se evidencia en Palacios el conflicto entre la ilustración y el mundo popular, en el que la ilustración no deja manifestarse al mundo popular, tapando con sus conocimientos e ideas al sujeto popular, siendo Raza Chilena la búsqueda de identidad social de un autor nacionalista que trata de narrar en sentido completo y científicamente la cuestión social, creando la idea de raza superior como la chilena con particularidades únicas.
Educación
Como síntesis de su pensamiento, la Educación es una de las principales temáticas para Nicolás Palacios, pues dice que constituye un escándalo que siete de cada diez chilenos sean analfabetos y no reciban educación formal en escuelas. Palacios expresa que el Congreso Oligárquico rechaza “paulatinamente el proyecto de instrucción básica obligatoria, junto a diversos críticos representantes del Centenario”. Argumenta “Acaba de fracasar en nuestro Congreso el proyecto de ley de instrucción obligatoria, que habría traído el gran bien de aumentar el número de escuelas, y fracasó porque sus sostenedores se apoyaron de preferencia en la decantada virtud de la instrucción….”57
Y además agrega “la escuela es una fábrica de fuerza social y la ilustración un arma de triunfo en la lucha por la vida. No debemos omitir ningún esfuerzo hasta obtenerla para
56 Ibíd. Cit. Palacios. p. 171.
57 Ibíd. Cit. Palacios. p. 289 Tomo I
todo chileno. No nos detengamos ante el dilema que las escuelas sean laicas o conventuales. Lo importante es que existan. Todo roto sabe de lo importantes que son y si quedan ignorantes es porque no han tenido una en cuatro leguas a la redonda a donde matricular a sus hijos”.58
Podemos ver que Palacios es el precursor ideológico de que se imparta una “educación técnica”59 y no humanística o palabrera; en ello antecede a Francisco Antonio Encina y sus planteamientos pedagógicos en sus obras “Nuestra inferioridad económica” y en “La educación económica y el liceo”.
La Educación para Palacios, representa un tópico fundamental, puesto que el autor establece una estrecha relación entre el escaso desarrollo industrial y tecnológico del país y las deficientes políticas educativas que la oligarquía ha impartido a los chilenos.
En este sentido, la obra del autor, refleja una clara crítica al modelo educativo que se imparte en Chile en el siglo XIX, como también la cobertura que esta alcanza. Es así como expresa que la Educación pública es ineficiente debido a que no aporta a la industrialización ni al progreso ni al incremento económico, esto enmarcado dentro de un sistema capitalista mundial: “El completo abandono en que se tiene la educación industrial del pueblo hace que este no tenga una idea bastante exacta de sus derechos a recibir esta enseñanza”60
Ello se expresa en el discurso educativo de Palacios, donde asume que el gobierno oligárquico que rige el país fomenta la inmigración extranjera ignorando la deficiente realidad educativa del país, que impide el desarrollo económico e industrial. Así dice:
58 Ibíd. Cit. Palacios. p. 291 Tomo I 59 Ibíd. Cit. Palacios. p. 291 Tomo I 60 Ibíd. Cit. Palacios. p.258 Tomo II
“Empresarios, pescadores y la mayoría de los jornaleros son extranjeros ¿Por qué?
¿Por qué no se les ha enseñado a pescar a los chilenos para enviarlos a la isla? Hay buenos pescadores desde Chiloé a Pisagua ¿Son más diestros, saben más los pescadores Gallegos, Italianos, Ingleses o Japoneses que los Chilenos? No, no saben más”61.
Palacios, entiende este tema como una excusa de que los extranjeros fueran más instruidos, pues el problema radica más que nada en que la oligarquía no ha dado soluciones educativas pertinentes al pueblo chileno, afirmando que: “No es raro oír a chilenos bien intencionados lamentarse de la desigualdad de conocimientos entre el artesano extranjero y el nacional atribuyéndola a diferencias de aptitudes, cuando la sola diferencia estriba en que el europeo ha tenido 1000 escuelas de arte y miles de fábricas en que aprender las más variadas industrias, mientras que el chileno no tienen ni siquiera escuelas de primeras letras” 62
Además enfatiza claramente que la inmigración extranjera y aquellos profesores que vienen del extranjero a educar solo inculcan criterios no propiamente chilenos, con lo cual evidencia un pensamiento xenófobo y argumenta disuasivamente esta disputa entre las nuevas ideas extranjeras de la siguiente forma: “chilenos, pensemos así, si no es nuestra educación la que se nos inculca con criterios que nos son propios… esta educación entonces está en pugna con nuestra naturaleza mental produciéndonos problemas graves, porque la falta de correspondencia entre nuestro pensamiento íntimo y lo que se nos enseña como verdad, trae fatalmente la desconfianza en nuestros propios juicios, una indecisión de nuestra voluntad, anarquía mental, y el escepticismo corruptor y disolvente.”63.
61 Ibíd. Cit. Palacios. p.268 Tomo II
62 Ibíd. Cit. Palacios. p. 117 Tomo II
63 Ibíd. Cit. Palacios. p. 87 Tomo I
Con esta cita, Palacios demuestra claramente su crítica férrea contra un sistema educativo que proviene del extranjero y que además no valora lo propiamente chileno y lo nacional, que interviene en la mentalidad del roto chileno y que no lo deja tener voluntad.
Por otro lado y conforme al pensamiento y contexto histórico del autor plasmado en su obra, opera en él un discurso educativo, en el que la educación debe ser guiada por hombres y para hombres aptos para desarrollar el tipo de labores que el desarrollo industrial exige para el país; las mujeres, en cambio, deben seguir cumpliendo su rol histórico y el Estado no debe perder tiempo educándolas.
En esta posición, Palacios expresa: “En cambio, se han fundado diez liceos para mujeres en los que se les enseña las artes propias de su sexo, además de doce escuelas profesionales para niñas distribuidas en las principales ciudades, todo en pro del feminismo (…). Sé que en Santiago, no conocerán la importancia de los datos anteriores, pero los apunto porque tener abandonada la educación industrial de los chilenos útiles y completos para dedicarse a educar mujeres y lisiados es signo típico de las facultades gubernamentales santiaguinas” 64
Este pensamiento, propio de un intelectual conservador como era Palacios, asume que las sociedades patriarcales son aquellas que pueden regir de mejor manera el valor humano superior occidental, en desmedro de aquellas matriarcales que están bajo las reglas de las mujeres; es por esto que el autor enfatiza que:
“En las razas matriarcales no siempre existe un grupo familiar bien determinado y concreto; esa célula social es a menudo de contornos indefinidos, porque las relaciones sexuales en esas razas no tienen ese núcleo vital de un solo hombre y su progenie, que poseen las patriarcales. Pero lo que establece su más marcada diferencia bajo el punto de vista moral es que su organismo doméstico no tiene por base el celo del hombre,
64 Ibíd. Cit. Palacios. p. 113. Tomo II
careciendo, en consecuencia, del sentimiento del pudor. Es tan conocido ese rasgo del matriarcado, que a la vista de figuras o descripciones de cualquiera raza o estirpe humana en que aparezca de manifiesto por el traje o costumbres de ellas su falta de pudor, los sicólogos están seguros de que en esa raza domina la sicología matriarcal con todos sus demás caracteres.” 65 Con esto, Palacios consolida su crítica educativa, catalogando peyorativamente a la oligarquía santiaguina y planteando que nuestra sociedad debe estar manejada bajo los valores masculinos, en la que las féminas no deben estar presentes en la escena pública del país.
No solamente las mujeres deben estar afuera de la escena política, sino también las personas que Palacios considera lisiados, pues considera que estos degeneran la raza chilena; por ello opta por excluirlos y considerar que no deben tener educación, enfatizando que se malgastan recursos en ellos: “…Funcionan en Santiago dos escuelas de ciegos y sordo-mudos a los que se les enseña a toda costa hasta literatura” 66
La situación de los lisiados, se torna más grave cuando son inmigrantes que llegan al país y que solo impiden el desarrollo de la noble y superior raza chilena. El autor enuncia que: “Los diarios han hablado de lepra, sífilis, y de jorobados, patuleques y otros lisiados entre los que se nos traen como regeneradores del roto” 67
Asimismo, Nicolás Palacios se refiere a la Educación del país como un problema que la oligarquía política no ha podido resolver, porque prefiere fomentar la inmigración extranjera por sobre la educación pública del chileno. Por otro lado, dice que la forma de superar el progreso económico es justamente a través de la instrucción de la mano de obra, ya que Chile carece de técnicos y profesionales preparados que puedan fomentar la industria.
65 Ibíd. Cit. Palacios. p. 297 Tomo I 66 Ibíd. Cit. Palacios. p.113 Tomo II 67 Ibíd. Cit. Palacios. p.255 Tomo II
Sobre este tema Palacios plantea: “Ellos mismos no dejarán de extrañarse de que esta Nación no eduque el número necesario de sus propios hijos para dirigir las obras nacionales a las que tanto impulso puede y debe darse. A ellos debe constarles que el chileno es capaz de ser educado para ingeniero” 68
También, Palacios critica con datos concretos y estadísticos esta coyuntura: “Si quisieran educar en las artes manuales a los hijos del pueblo, como pretenden hacernos creer, se admitirían en la única Escuela de Artes que han fundado en la extensión de cerca de 800 leguas de longitud que tiene Chile, a los niños pobres que llegan allí solicitando que se les enseñe a manejar alguna herramienta. La Escuela de Artes tiene capacidad para 300 alumnos; al principiar los cursos de 1902, sólo había en ese establecimiento 156 alumnos; a la matrícula se presentaron 213 niños de pueblo, de los que sólo se aceptaron 121, rechazándose a los demás porque poseían escasos conocimientos literarios, según la Sinopsis oficial de 1902, página 235. Lo absurdo del motivo alegado por el gobierno para no completar el número de alumnos de esa única escuela de artes del país, que está servida por cuarenta y cinco empleados, sin contar cocineros, mozos, etc., ni la junta de vigilancia, lo hace inaceptable.”69.
A pesar de ese optimismo no se deja cegar por la eventual panacea que significaría la educación para el país. Cree, con gran convicción, que las cualidades morales se desarrollan “fruto de la selección milenaria”. Además aquella no solucionaría el problema de la criminalidad, pues aclara: “Donde se abre una escuela se cierra una cárcel» es una de esas frases típicas que tanto agradan a los que creen en las palabras. No sólo nuestras estadísticas sino las de todas partes comprueban con cifras que lo que sucede es precisamente lo contrario.”70
68 Ibíd. Cit. Palacios. p.118 Tomo II
69 Ibíd. Cit. Palacios. p. 254 Tomo I
70 Ibíd. Cit. Palacios. p. 289 Tomo I
Palacios además agrega: “Si sólo el aumento de la actividad criminal se comprueba en las estadísticas es por la sencilla razón de que sólo los actos delictuosos se anotan en ella. La sobreactividad que la ilustración proporciona a los buenos, y por tanto el aumento de acciones benéficas, no se apunta en ninguna estadística, pero no por eso es menos efectiva ni escapa a los que saben verla. Si hubiera necesidad de abrir nuevas cárceles porque multiplicando las escuelas los bribones se aprovecharían de su enseñanza para aumentar el número de sus delitos, se abren, ¡qué se le va hacer! No hemos de suprimir los ferrocarriles porque los bellacos los aprovechan para huir de los jueces.71
Por lo tanto, su postura la podríamos calificar como pragmática, no idealista ni utópica, como algunos intelectuales de su época.
No obstante, la figura de Palacios es la demostración de un pensador maldito de nuestra modernidad, un ideólogo que buscó nuestra identidad en concepciones racistas unidas a un evolucionismo biologicista y fue impulsor de un ideario racional a las explicaciones de raza chilena.
A pesar de que su curiosa tesis respecto de la raza “arauco-germánica” resulte actualmente falsa, sus fuertes ideas han influido en pensadores a lo largo del siglo XX como Francisco Antonio Encina y gran parte del ala conservadora de la política Chilena por ejemplo en el Partido Nacionalista o Unión Nacionalista.
Nicolás Palacios es el pensador chileno que va más allá de un estudio historiográfico y científico en el que trata de narrar cómo se entiende la cultura y la identidad chilena. Su discurso y sus ideas fueron creíbles y coherentes a inicios del siglo XX gracias a la ciencia. Además, podemos constatar fuertes significados en cuanto a la visión educativa en su trabajo in situ el cual complementó sus ideas enlazándolas con el carácter científico.
71 Ibíd. Cit. Palacios. p. 290. Tomo I.