Por Paulina Naudon Gaete. Co fundadora, Fundación Interhumanos
Las aulas multiculturales son una realidad que ya no tiene marcha atrás en nuestro país, por mucho esfuerzo que se haga para controlar la migración. Según cifras del Ministerio de Educación, en el 2017 hubo 76.813 estudiantes provenientes de otros países, mayoritariamente de América Latina, que representan menos del 2,2 de la matrícula total a nivel nacional.
Más allá de números, lo cierto es que cada día son más los profesores que tienen la posibilidad de desarrollar una educación centrada en valorar la diversidad del aula, con procesos de inclusión más efectivos tanto hacia sus alumnos de origen extranjero como chilenos. Aunque aprovechar esta oportunidad no es fácil si falta formación en interculturalidad y se percibe como escaso el apoyo que hoy entrega el sistema educacional en temáticas interculturales, de migración y racismo.
El Censo Docente Migración de la Fundación Interhumanos y Eduglobal arroja que hoy la formación inicial del profesorado aún se centra en enseñar a estudiantes con similares costumbres, valores y modos de habla. Además, los profesores .señalan, mayoritariamente, no haber recibido herramientas para adecuar el currículum a la diversidad presente en el aula e integrar a alumna/os migrantes.
Del sistema educacional chileno,los docentes destacan que hoy se brindan las mismas oportunidades de ingreso a toda/os la/os niña/os, independientemente de su origen, no se han resuelto temas relacionados con el trabajo en aula como el desarrollo de programas para integración escolar migrante, entre ellos nivelación de estudio e idioma, o mayor libertad para el docente de implementar recursos educativos que aporten en la enseñanza del estudiante migrante. Asimismo, se pide al sistema educacional más capacitación gratuita y orientaciones en interculturalidad.
Estas demandas revisten mayor importancia cuando el profesorado sostiene como factores que influyen en el proceso de aprendizaje de su alumnado migrante el desajuste curricular que hay entre el currículum chileno y el de los países de orígenes y el no manejo del idioma castellano por alumnado no hispanoparlante.
Si se reconoce que es necesaria la adecuación curricular para una mayor inclusión ¿por qué las principales estrategias y apoyo que entregan los establecimientos educacionales son celebraciones de los países presentes y jornada de actos culturales? O ¿por qué cuando se realizan adaptaciones curriculares para considerar la diversidad de origen de las y los alumnos suelen enmarcase en el enfoque de las contribuciones, vinculado también a enseñar festividades y celebraciones propias?
Los hitos y ritos de reconocimiento de las distintas nacionalidades presentes en las escuelas son muy relevantes para la integración de alumnado migrante y su familia en el establecimiento educacional, pero al quedarse sólo en ellos se corre el riesgo de anclar la diferencia y limitar la diversidad cultural sólo a manifestaciones folclóricas. Formas de aprendizaje, métodos distintos para sumar o restar, valores, roles de género, maneras de vestir, de expresarse son dimensiones culturales que debiesen usarse como recursos pedagógicos.
En el estudio aludido los docentes señalaron como un factor que incide en la convivencia del aula las costumbres muy distintas a las chilenas de los estudiantes de origen foráneo, las que –además- son cuestionadas por sus pares chilenos. Cabe preguntarse, entonces, si estas otras dimensiones de la diversidad cultural no se incluyen como recursos pedagógicos porque ¿tensionan pertinencias culturales chilenas y podrían acentuar o prolongar el choque cultural con el alumnado migrante al hacer referencia a lo que más nos desconcierta en el otro?
Se puede bailar cumbia y comer cebiche, pero de ahí a adaptar el método de dividir de los estudiantes dominicanos o adoptar algunos aspectos de la pauta de crianza haitiana, es un paso más complejo a dar porque implicaría reconocer y legitimar las diversas culturas, no sólo la chilena, condiciones esenciales para la interculturalidad. Este enfoque pedagógico permite construir espacios educacionales más dialogantes y equitativos porque la diversidad es un recurso educativo para todas y todos los alumnos. No es una educación limitada para los considerados culturalmente “diferentes”.
Por tanto, urge que docentes sean formados en interculturalidad en sus carreras de pregrado, lo que les permitiría construir procesos de aprendizajes centrados más en lo que une a las y los alumnos que en aquellos aspectos que fijan diferencias.
Los establecimientos educacionales debieran avanzar en proyectos pedagógicos que incluyan la diversidad cultural de sus alumnos más allá de las manifestaciones folclóricas y con profesionales de apoyo como el mediador intercultural -que prefiero llamar asesor cultural-, que junto con resolver conflictos entre alumnado/familia migrante/escuela, desarrolle estrategias para construir relaciones de cooperación entre toda la comunidad educativa desde/en la diversidad cultural y no por la diversidad cultural.
El sistema educacional, por su parte, pareciera ser que debe fortalecer la entrega de herramientas de apoyo que potencien la equidad en los procesos de aprendizaje de los estudiantes migrantes. Una buena señal en este camino sería que los nuevos estándares pedagógicos incluyan el enfoque de la interculturalidad.
PAULINA NAUDON GAETE
Co-fundadora de Fundación Interhumanos, enfocada en el choque cultural que experimentan las organizaciones y sus integrantes con grupos vinculados a la diversidad: migrantes, LGBT+, Personas Mayores y mujeres.
Magíster en Sociología y Diplomada en Educación en Derechos Humanos